Por: Andrés Garcia

La palabra ética, es la costumbre y el hábito que va alimentando cada persona a lo largo de su vida.

Estos nos permiten en cierto punto obrar para bien o para mal, según nuestras costumbres, en ese ámbito influye mucho nuestro entorno y lo más importante, nuestra educación. Ejemplo: “Si un nińo encuentra un juguete en un lugar, lo toma y decide llevarlo a casa, los padres notan que él niño lleva un juguete que ellos no le regalarón”. el deber de los padres es preguntarle al niño dónde adquirió el juguete, y de es misma forma llevarlo a regresar el juguete a su destino, por el contrario, si los padres no cuestionan a sus hijos por casos como esos,  estarían alimentando personas con poco carácter y como dijo Efeso “ el carácter del hombre es su destino” de esta forma se estaría alimentando la injusticia y la pérdida de valores.

Sin embargo cabe preguntarse ¿ Qué pasa cuando una persona pierde la ética? Cuando la corrupción invade nuestros profesionales, servidores públicos y demás, se crea un entorno de violencia, un entorno en donde se pierden los valores, dicho entorno se convierte en una jauría de lobos en donde cada uno trata de hacer lo que sea por lo que cree que es mejor, dejando la población sin futuro, tratando de apoderarse de aquello que como tal,  le pertenece a la ciudadanía.

La ética como tal, nos sirve de guía para actuar con justicia en cualquier situación, saber interpretar aquello que según las costumbres y valores inculcados desde pequeńos, identificamos como sinónimo de que es incorrecto,” que está mal”.